Por más de una década, Álvaro Enciso, de 78 años, ha trabajado la madera con la chatarra rescatada del desierto para crear 1.700 cruces. Las ensambla en el taller de su casa en Tucson.
Cada martes, él y otros voluntarios se adentran en el desierto del sur de Arizona para plantar las cruces en donde han fallecido migrantes que intentaron cruzar la frontera entre Estados Unidos y México.
Es su homenaje a ellos y, para algunos, es su única lápida.
Un voluntario de Tucson Samaritans muestra las coordenadas GPS que indican dónde murieron Isaías Choc Chen, 45, y Darwin García, 23, en 2021 y 2008, respectivamente. La zona está en el remoto Sycamore Canyon, en el condado de Santa Cruz. – Simon Feisthauer Fournet/TucsonSentinel.com
Voluntarios y pasantes del Border Community Alliance plantan una cruz junto a un tanque metálico de agua y un molino para Cruz Ramos Chajal, fallecido en 2023. El lugar es tan aislado que solo se puede llegar por caminos de tierra. Sasabe, Arizona – Simon Feisthauer Fournet/TucsonSentinel.com
Un martes por la mañana a finales de julio, la primera cruz se colocó junto a un molino y un tanque de agua.
Usando pintura donada, Enciso la había pintado un anaranjado vibrante. Es un punto de color que se distingue del paisaje y ahora marca el lugar donde Cruz Ramos Chajal, de 40 años, murió el año pasado a causa del calor extremo. Ramos Chajal intentó cruzar de México a Estados Unidos, y falleció cerca de Sasabe, Arizona, un pueblo fronterizo que se encuentra a unas 70 millas al suroeste de Tucson.
In English: Artist who marks Az desert deaths with crosses doesn’t want to be ‘St. Alvaro’
Un grupo de pasantes de la organización Border Community Alliance, o la Alianza Comunitaria Fronteriza, lo rodearon para escucharlo hablar y ayudarlo a plantar la cruz.
“Estas cruces cambian el paisaje, no pertenecen aquí. Pero un migrante muriendo aquí tampoco debe estar en este lugar”, dijo Enciso.
El impacto no recae solo sobre el individuo, enfatizó Enciso a los estudiantes.
“Esa persona tenía un destino en este país. Tenía un hogar. Esa persona no llegó. Así que ahora no tenemos solo una muerte, sino un montón de gente que está impactada por lo que pasó aquí”, explicó el artista.
Peter Lucero, amigo y voluntario, bendice la cruz de Ramos Chajal con agua bendita y un rosario. – Cris Seda Chabrier/TucsonSentinel.com
Donde mueren los sueños
“No soy realmente un activista, soy una persona que encontró la tormenta perfecta para hacer mi proyecto, para conectarme con la migración”, dijo Enciso al Tucson Sentinel mientras plantaba una de las tres cruces que colocó ese día.
En vez, considera que su proyecto es artístico, pues “Donde mueren los sueños” surgió de un deseo por explorar lo que la migración significa para él.
“He adquirido cierta fama, por eso la gente me ve como un tipo bueno o humanitario, una persona dedicada a hacer el bien. No es así”, explicó Enciso en una entrevista en su casa. “No quiero ser Santo Álvaro. Quiero ser Álvaro”.
La cruz de Ramos Chajal. Enciso dijo que pintó la cruz de un anaranjado vibrante para evocar las culturas coloridas de América Latina. – Cris Seda Chabrier/TucsonSentinel.com
Los comienzos del proyecto
Enciso se mudó de Colombia a Nueva York siendo adolescente, en la turbia década de los 1960. Estudió antropología cultural y trabajó con un equipo encargado de investigar cómo mejor integrar los inmigrantes a la sociedad estadounidense. Era un trabajo con el gobierno federal de dicho país.
Pero, con el paso de las décadas, se planteó esas preguntas a sí mismo.
“Cada vez que voy a Colombia siento que no pertenezco, pero a veces siento que tampoco pertenezco aquí. Algo me falta, estoy desubicado”, dijo.
Sus intereses artísticos radican precisamente en esa desubicación, así que dejó su trabajo en el gobierno como antropólogo cultural y se mudó a Nuevo México. Inició su carrera pintando obras abstractas que estellaban de color. Luego cambió la pintura por piezas de metal pintadas, hechas de objetos desechados en el desierto.
En 2011, llegó a Arizona y, conmovido por las muertes de miles de migrantes en los desiertos fronterizos, empezó a desarrollar su proyecto.
“Donde mueren los sueños” nació tras dos años de pruebas y errores. En un momento, quería llevar un disco rojo enorme de 70 libras por caminos de tierra a donde un migrante había fallecido en el desierto. Al ser tan pesado, consideró alquilar una mula para cargarlo, pero ella no estaba muy feliz con su idea.
“Cuando fui a conocer a la mula, no le caí bien”, se rió Enciso. “La mula me dijo: “Ay, don Álvaro, lo siento mucho, pero yo ya estoy jubilada. No quiero ponerme a cargar cosas”.
Eventualmente, se le ocurrió poner cruces y tomarles fotos como una práctica de arte conceptual, land art y performance. Enciso también le dio la vuelta al simbolismo de la cruz cristiana.
“El imperio romano inventó la cruz para asesinar a las personas. Colgaba el cuerpo al sol sin agua para decirle a las personas ‘No te metas con el imperio'”, explicó Enciso, quien estableció un paralelismo con la política “prevención a través de disuasión” de la Patrulla Fronteriza.
Desde 1994, la Patrulla Fronteriza aumentó la vigilancia para impedir los cruces de migrantes en zonas urbanas y así empujar las personas hacia las áreas más hostiles y remotas de los desiertos fronterizos entre Estados Unidos y México. El razonamiento era que la mayoría no arriesgaría el viaje.
En cambio, se han recuperado más de 4.000 restos humanos en la frontera de Arizona, según un mapa elaborado por la Oficina del Médico Forense del condado de Pima y la organización sin fines de lucro Humane Borders.
No se sabe cuántos individuos han muerto, ya que a veces los huesos son esparcidos por terrenos vastos, y muchos no han sido identificados.
Grupos como Armadillos Búsqueda y Rescate y Battalion Search and Rescue buscan en regiones aisladas como el Monumento Nacional Organ Pipe Cactus y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Cabeza Prieta. Pero muchos territorios -como ranchos privados y la Nación Tohono O’odham- están cerrados a los grupos humanitarios.
“Nunca entendieron la desesperación de ser pobre”, dijo Enciso a los estudiantes, las montañas ondeantes del sur de Arizona detrás de él.
Enciso palea tierra al pie de la cruz de Isaías Choc Chen , 45, en la remota región de Sycamore Canyon. -Cris Seda Chabrier/TucsonSentinel.com
Las cruces también tienen un simbolismo geométrico para representar la muerte.
“La línea vertical representa a la persona que aún está viva. Están de pie, y la horizontal es donde la persona ha muerto. Donde se juntan las dos líneas, se pasa de estar vivo a estar muerto”, explica el artista.
El punto rojo también permaneció – solo que a una escala mucho menor en el centro de todas sus cruces- y corresponde a los puntos rojos digitales del mapa.
“Tomo el punto rojo y lo llevo a dónde tuvo lugar la tragedia real”, explicó Enciso.
El punto puede ser la única parte de la cruz que quede, una vez que las termitas se coman la madera, o una vaca la derribe, o la gente la destroce.
“Dentro de 200 años, las personas empezarán a encontrar estos pedazos de puntos rojos y dirán ‘¿qué pasó aquí? Oh, ya sabes, había un viejo desmadejado que solía poner cruces aquí, se ha ido pero ese fue su legado,” dijo Enciso.
En última instancia, para Enciso, las cruces son marcas donde el sueño americano murió como una promesa falsa y fallida hecha a miles de migrantes esperanzados.
Enciso pinta una nueva cruz en su taller un lunes por la mañana. Pronto será colocada en el desierto. – Cris Seda Chabrier/TucsonSentinel.com
Enciso utiliza un trozo de lata de metal oxidado para decorar una cruz. Podría llevar el ADN del que cruzó la frontera y comió de ella, dijo Enciso. Entonces, adornar la cruz con un pedazo es una combinación de un objeto de una persona que quizás “cruzó la frontera hace 50 años con uno que cruzó la frontera hace un año”. -Cris Seda Chabrier/TucsonSentinel.com
La comunidad hispana y latina tiene que unirse
Después de 11 años, Enciso está desilusionado y frustrado. Los grupos humanitarios, según él, están poniendo curitas a un problema cuya causa es política.
“Vamos a seguir dejando agua, dándole a alguien una botella de agua, y yo poniendo cruces”, dijo al grupo de pasantes. “Eso no da para mucho”.
En parte, según Enciso, la culpa es de las personas que son el rostro y el motor de muchas organizaciones humanitarias en la frontera.
“El trabajo lo hacen personas blancas, la mayoría jubiladas, la mayoría en una buena situación económica,” dice Enciso. “Para que esto tome impulso, para que se note, la comunidad hispana tiene que participar en ello”.
La desconexión crea una relación desequilibrada entre los grupos de ayuda, que tienen motivaciones paternalistas, y los migrantes, cada uno con sus razones particulares para venir a los EE. UU., dijo Enciso.
Pero, la comunidad latina también está dividida en cuanto a las políticas que podrían prevenir las muertes en la frontera.
Según el Pew Research Center, “los latinos de EE.UU. son menos propensos que otros estadounidenses a decir que aumentar las deportaciones o un muro más grande a lo largo de la frontera ayudaría a mejorar la situación.”
Sin embargo, el centro también encontró que los latinos están divididos sobre si la situación en la frontera mejoraría o empeoraría si el gobierno federal hiciera más difícil que los solicitantes de asilo obtengan un estatus legal temporal mientras esperan su audiencia de asilo.
Además, las políticas que facilitan la perfilación racial -como la medida electoral Prop. 314 de Arizona de 2024 y la SB 1070 de la década anterior- alimentan el temor a la deportación y el encarcelamiento de los latinos, y los hacen menos propensos a participar en la política.
“No tienen los documentos, no pueden cruzar los controles, tienen familia y tienen que trabajar. Muchos de ellos no quieren que se les recuerde que cruzaron la frontera ilegalmente”, dijo Enciso.
Sin embargo, Enciso mantiene la esperanza gracias a los jóvenes, como los pasantes que le acompañaban del Border Community Alliance.
“No me gusta andar con los viejos, me gusta andar con la gente joven”, dice Enciso sobre los grupos de estudiantes que suele llevar al desierto. “Eso me da energía”.
También transmite su empatía por los migrantes que han muerto.
Isabel Pan, estudiante del Pitzer College de Claremont (California), cargó la última cruz de Enciso para ese día. Dijo que detenerse en cada punto fue como ir a un funeral.
“Llevar la cruz era casi como llevar un cuerpo en un ataúd,” dijo Pan. “Hay un peso muy íntimo en llevar algo que simboliza a alguien que ha fallecido aquí, en el desierto.”
Voluntarios estabilizan la cruz de Darwin García. Tenía 23 años cuando murió. —Cris Seda Chabrier/TucsonSentinel.com
Isabel Pan, estudiante de Pitzer College, toca la cruz de Darwin García luego de llevarla a su lugar de descanso. —Cris Seda Chabrier/TucsonSentinel.com
Cruces pequeñas y obras de arte en la casa de Enciso.—Cris Seda Chabrier/TucsonSentinel.com